"Mientras el país se desangra y languidece por la violencia, la corrupción, el descontrol y la desidia, nuestros padrastros y madrastras de la Patria, “despachan” en pijamas".

El COVID y el sinvergüenza de Vizcarra obligaron a muchos a trabajar y “estudiar” de manera virtual por casi dos años. Nos adaptamos a la virtualidad y comodidad que suponía trabajar en pijamas y sin mayor supervisión. Se nos dijo que esa iba a ser la nueva cultura laboral y que iba a ser exitosa.

Era un buen negocio para unos privilegiados, pero no tanto para las empresas y la economía, pues la virtualidad socava la cultura corporativa, la colaboración, la innovación y el aprendizaje.

La supuesta irrelevancia del trabajo presencial fue atacada por Elon Musk quién dispuso el retorno de todos los trabajadores de sus empresas a sus oficinas en junio de 2022. Le siguieron en esa línea gigantes como Apple, Google, o J.P. Morgan. Algo saben esas corporaciones y sus líderes ¿no?

Hoy el esquema virtual es mantenido por pocos. En el sector público, se hace más que evidente la necesidad de que las entidades operen presencialmente siempre.

Sin embargo, el Congreso sigue creyendo que estamos en pleno COVID y los congresistas, esos seudorreyezuelos que no responden a nadie ni se responsabilizan por las barbaridades que imponen a los demás, siguen orondos y plácidos “trabajando” desde la comodidad de sus lugares de sosiego.

Para ellos, puede más que el trabajo serio, la conveniencia de conectarse, marcar asistencia en alguna votación y pasar por caja todos los meses. ¡Qué rico! Plenos y salas de comisiones vacíos en las que las curules y sillas son las que parlan y oficinas en las que el papel discute con la tinta la razonabilidad de un proyecto o el avance de una investigación.

Sr. Jerí, ¡póngase los pantalones!

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