"La vida es lo único infinito que tiene final", dice un personaje al concluir la historia.Tremenda frase marco para una novela extraordinaria que no debería acabar nunca. Sus personajes han decidido emular la realidad ficticia de algunos de los libros más memorables de la literatura rusa, los escritos sobre todo por los grandes rebeldes y disidentes: Gogol, Tolstoi, Dostoievski, Chéjov, Bábel, Esenin, Solzhenitsyn, Ajmátova y algunos otros. Esa emulación es, en realidad, la puesta en escena de una gran obra teatral hilvanada con las frases, los pasajes y los diálogos de esos textos emblemáticos, salpicados con escenas biográficas de los autores y retazos de la vida fáctica: la carrera espacial y el mundo político pre y post estalinista. Nicolai y Marga, los protagonistas, son los directores de ese mundo postizo, literario, que al ser representado en la calle, en un bar, en un hotel o en cualquier espacio ordinario le da nuevo sentido a la existencia y a la libertad que tanto anhelaron vivir y defender los autores citados en la vida real. Vivir es hermoso, pero, como todo en la vida, tiene un plazo de caducidad. La metáfora de los cosmonautas rusos que mueren al volver a la tierra lo explica mejor: sus corazones no soportan el peso de vivir en ella. Los personajes de la historia quieren de alguna manera morir como ellos y hacer de sus vidas una obra de arte. Estoy realmente conmovido con su lectura. Esta es la novela que ganó el premio Mario Vargas Llosa el 2023. Pronto la reseña en Enfoque de La Industria de Trujillo.

Escritor  Luis Eduardo García

 

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