“La gran mayoría de grupos políticos que nos gobiernan hoy ya ha demostrado que una agenda fundamental de reformas no les interesa”.

Es obvio que el Estado peruano no ha logrado brindar al ciudadano servicios de calidad en sus roles más esenciales. No hay discrepancia posible en que un Estado tiene que brindarle seguridad ciudadana y administración de justicia imparcial y pronta a todos los ciudadanos.

Como sistema, fracasa en ambas tareas rotundamente, más allá de algunos espacios donde tiene mejor gestión. Tampoco parece haber mayor discrepancia en que debe proveer a los peruanos que lo necesiten servicios de salud y educación pública de calidad, y también es evidente que no lo cumple. La pandemia enlutó al Perú más que a ningún otro país, como ratio por habitante, y una enfermedad tan conocida como el dengue ha demostrado la poca calidad de los servicios de salud, y sobre las reformas que necesita el sistema sanitario en Perú no se ha dicho una palabra, a pesar de que son harto conocidas, desde hace mucho tiempo.

Por otro lado, las pruebas de comprensión lectora y razonamiento matemático nos enrostran permanente cuán deficitario es el Estado peruano en este campo, e incluso se tiene que reconocer cuán mínimos son esos indicadores para medir la calidad de una educación cada vez más exigente respecto de las competencias que requiere un niño para poder lidiar con un mundo cada vez más tecnificado. Esos retos titánicos deberían lograr que se unieran fuerzas para exigir cambios necesarios. No lo van a hacer los políticos que hoy, más bien, retroceden en la meritocracia y la calidad en la educación, y que ignoran olímpicamente los retos en salud.

Luego del aumento de la pobreza por la pandemia y el estancamiento económico por falta de inversión privada, el Estado tiene también que brindar programas sociales efectivos que permitan a los peruanos más pobres romper el círculo de la pobreza, pero las encuestas demuestran que hay hambre, además de los índices de desnutrición y anemia infantil que requieren atención urgente.

El Estado también tiene que asegurar la construcción y mantenimiento de infraestructura que es fundamental para el desarrollo, ya sea a través de obras públicas o de concesiones. Las brechas por cubrir son enormes, y los casos identificados de corrupción deben ser castigados, y corregidos los mecanismos que sean necesarios para mayor transparencia. Los sistemas Gobierno a Gobierno no pueden ser la receta general, se deben modificar los sistemas aprendiendo de esas experiencias para poder brindar la transparencia debida y lograr eficacia. Existe una inmensidad de tareas que acometer, en temas que no merecen debate ideológico alguno, si las necesidades prácticas a solucionar de los peruanos más necesitados se ponen como prioridad fundamental.

El problema está en que ya nadie cree en nadie, en el colapso de la representatividad de los partidos políticos, y de muchas instituciones del Estado, que urge reformar. La gran mayoría de grupos políticos que nos gobiernan hoy ya ha demostrado que una agenda fundamental de reformas no les interesa. Tampoco les interesa hacer que sus organizaciones pasen por procesos que los acerquen a la ciudadanía, como demuestra la promulgación por la Presidenta de la ley sobre las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), aprobada por el Congreso. ¿Cómo generar condiciones para que las próximas elecciones nos permitan enfrentar mejor todos estos retos? Solo la sociedad civil y algunos nuevos partidos políticos pueden tomar ese reto, de generar una visión para el próximo gobierno, que genere apoyo e ilusión suficiente para reformar para mejorar y no para aprovecharse del poder. Cómo construir una narrativa convincente, esperanzadora y concreta de lo que debemos lograr el próximo gobierno, es la tarea realista más urgente.

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