El exfuncionario de seguridad de México está acusado de ayudar a los narcotraficantes a enviar drogas a Estados Unidos. Su defensa dice que es blanco de los hombres que ayudó a encarcelar.
A principios de este siglo, un integrante de alto perfil del Cártel de Sinaloa dijo que interceptó un cargamento de cocaína de una organización rival durante su paso por el estado mexicano de Chiapas.
Luego de que las drogas fueron llevadas a un almacén, declaró el integrante el lunes, uno de los jefes del cártel apareció con un invitado inesperado: Genaro García Luna, que por entonces estaba a cargo del equivalente mexicano del FBI.
Se había llegado a un acuerdo, según el integrante del cártel, Sergio Villarreal Barragán: el cártel se quedaría con la mitad de las ganancias de la venta del cargamento de dos toneladas y García Luna, dijo, recibiría la otra mitad, más de 14 millones de dólares.
El relato del acuerdo se presentó en el primer día completo del juicio a García Luna en el Tribunal del Distrito Federal de Brooklyn. En intervenciones de apertura encontradas, el gobierno y la defensa presentaron descripciones radicalmente distintas del acusado.
Los fiscales federales dijeron que, durante más de una década, García Luna llevó una doble vida y recibió millones de dólares en sobornos para proteger a los mismos traficantes que debía estar persiguiendo.
Pero sus abogados refutaron estos argumentos. Dijeron que García Luna, de hecho era lo que siempre dijo ser: un policía honesto que ayudó a Estados Unidos a detener a figuras importantes del Cártel de Sinaloa, mismos que ahora buscaban vengarse de él en su papel de testigos del gobierno.
El juicio, que podría llegar a durar hasta ocho semanas, planteará una difícil decisión al jurado: ¿García Luna, el funcionario mexicano de más alto rango en enfrentar un juicio en un tribunal estadounidense por cargos de narcotráfico, fue un flagelo para el Cártel de Sinaloa o su servidor secreto?