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Lun, Jun

Los primeros rastros de nuestra lengua

Los primeros rastros de nuestra lengua

Literatura
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Una excursión por los monasterios de Yuso y Suso en La Rioja


Un monje copista del monasterio de Suso -en San Millán de la Cogolla, La Rioja (España) -harto de arcaísmos y cultismos que desconectaban al latín del habla popular comenzó a hacer anotaciones en los manuscritos que transcribía. Esto no hubiera pasado de una travesura lingüística si los vocablos y frases que este escriba anónimo insertaba en los márgenes e interlineados de los códices no hubieran sido calificados casi diez siglos después por Dámaso Alonso como los primeros vagidos de la lengua española. Las glosas emilianenses- tal como son conocidas estas anotaciones por filólogos y linguistas- representan una suerte de “asalto” de una lengua viva contra otra muerta. En este caso de una protolengua romance que derivaría en la lengua española contra el latín. Hace unas semanas peregrinamos a la denominada cuna del español atraídos por la leyenda de San Emiliano, el ascetismo de los monasterios y los primeros rastros de la lengua española.
Día 1


El autobús solo cubre el trayecto Madrid-Nájera. Para llegar a San Millán hay que realizar un trasbordo en Nájera y abordar un ómnibus que hace el trayecto de treinta minutos hasta el valle de la Cogolla. El servicio es limitado y algo irregular. Suele funcionar hasta las ocho de la noche. El hotel donde habíamos hecho una reserva nos había advertido que solo atendían hasta las nueve de la noche. Urgidos por la hora llamamos a un taxi que apareció con presteza.
La falta de luz en las casas abandonadas de San Millán nos disuadió de salir a dar un paseo de reconocimiento. No tuvimos mejor idea que descansar para estar en forma al día siguiente.
El monasterio de Suso está emplazado en el mismo lugar en el que en el siglo V San Millán ( ), un joven lego de apenas 20 años, excavó en las estribaciones del valle y sentó sus reales en una cueva que más parecía el cubil de un animal semisalvaje. Allí vivió hasta los ciento y un años una vida dedicada al cultivo del espíritu y a obrar milagros que le granjearon fama de taumaturgo varios cientos de kilómetros a la redonda. Por eso se fue convirtiendo junto a Santiago el Apóstol en uno de los santos varones más importantes de España. La cueva en la que transcurrió la mayor parte de su vida hoy es el centro de atracción de decenas de turistas que proliferan en la minúscula localidad riojana.
La vida de este santón no estuvo exenta, sin embargo, de la fosforescente aureola del escándalo:
se le acusó de malos manejos económicos en la diócesis y hasta de turbios asuntos sexuales.
Día 2

Al día siguiente, desde el alféizar de la ventana de un hotel rural, contemplaba la tímida aparición del sol en el firmamento y cómo la silueta de los monasterios de Yuso y de Suso adquirían sus contornos nítidos. Apenas abrieron las puertas de estos majestuosos edificios recorrí sus instalaciones guiado por mis propias intuiciones, al margen de los grupos de turistas que escuchaban las informaciones del guía. La ausencia de los códices originales anotados en la exposición estable del monasterio de Yuso me causó una cierta desazón. Estas joyas filológicas se encuentran en el museo de la Real Academia de Historia de Madrid. A buen recaudo, según un empleado del cenobio.

Por la tarde recorrí a pie los veinte kilómetros que separan a Millán de la Cogolla de Berceo. No lo hice por fervor religioso sino porque el servicio de transporte interurbano había cumplido sus dos trayectos diarios. Y, además, intrigado por este pueblo de una sola calle larga que a las seis de la tarde luce desértica, las persianas de las ventanas herméticamente cerradas y un mutismo sepulcral que eriza la piel. Leí algunos versos de Gonzalo de Berceo transcritos en un cartel adosado a un muro. Después opté por regresar abrumado por el laberinto de su soledad.
Posdata

La vida de San Millán gira en torno a la actividad de sus monasterios, así que cuando termina el recorrido por ellos no queda más que guarecerse en el hotel. Ni siquiera un recorrido por sus escasas calles constituye motivo de solaz para el viajero. Lo único que queda es esperar la hora de la partida mientras se degusta una copa de vino. La Rioja goza de una bien ganada fama por la calidad de sus vinos. Cuando llegó el taxi a recogernos me percaté que en el comedor del hotel la recepcionista escuchaba las canciones de Pablo Milanés que acababa de fallecer en Madrid. “Este hombre me ha acompañado y alegrado la vida”, dijo la mujer con un dejo argentino sirviéndose una copa de vino. “Vamos a brindar por él”, añadió alcanzándome otra copa. La voz de Milanés creó un clima de complicidad muy cálido y puso en evidencia que la lengua es el mayor vínculo que puede unir a las personas, más allá de las nacionalidades.
Un rato después a bordo del taxi, por los confines del pueblo, antes de perder de vista a este pueblo afantasmado eché una mirada retrospectiva: atrás quedaban los escasos peatones cuyas siluetas parecían a punto de disolverse de un momento a otro.

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