¿Se podrá con una reforma política tener mejores candidatos y partidos en el Perú? La interrogante deja entrever un tal vez si, o quizás no.
Para contar con candidatos idóneos para ocupar las diferentes jerarquías del poder en el aparato estatal, se necesita de ciudadanos educados con una sólida formación en valores.
La formación en valores determina las actitudes positivas. A su vez éstas en el desempeño de cualquier función, se traducirán en acciones o hechos que forjarán el camino del bienestar o la felicidad, aspiración suprema de toda sociedad.
Si fuera posible materializarla, la tarea sería de largo plazo. Se trataría en realidad de una verdadera revolución de la mente o actitud de la población en su conjunto.
De manera que cualquiera de sus miembros estaría preparado y capacitado para asumir la delicada responsabilidad de gobernar con eficiencia y honradez.
En estas condiciones formar partidos políticos, sería una labor relativamente fácil. No sería necesario condicionar a los aspirantes que anhelan formar parte de la asociación política.
Con partidos fortalecidos por la calidad de sus militantes, la democracia representativa, como forma de gobierno; sería la más conveniente.
Desaparecerían los conflictos entre los poderes del Estado y se fortificaría la institucionalidad, factores claves en el logro de la gobernabilidad.
Llevar a cabo una reforma política en un país como el Perú cuya sociedad está fragmentada ancestralmente por razones étnicas, culturales, sociales, económicas y geográficas; parece una utopía o sueño irrealizable.